Wednesday, January 31, 2007
Wednesday, January 10, 2007

...Y las formas de la espalda.

No tan solo patrimonio del homo sapiens, pero me interesa mucho mas. Nosotros la pensamos. Evidente. Y de la fisonomía humana la más culpable, por deseable. Por pura lujuria. El peor testigo y el más grande, poderosa, cuesta mirarle el interior, no es tan fácil como el espíritu. La espalda, primer lugar donde la mirada coloca un sitio post amor, post sexo, en este caso, a veces, inmediatamente; post lamento, grito. Huída. Lo que la espalda se llevó. Y para esos años ya que te enteras que ya se pasó, la pena hizo experiencia y lo piensas como un lindo recuerdo adornado en el mejor de los casos con las pecas precisas, si eres afortunado. Y los problemas ya no se miden como el resultado de un rumor si no por el propio error. Lo que esperas como un desmentido quizás jamás lo será porque en el caso de una verdad será más bien una confesión. No hay vuelta atrás, ya fue lugar que acoge las manos en un honesto abrazo de despedida, demasiado sincero para haber sido amor, debió haber sido amor mas pasión, salir gritando en ese caso. Con el mismo protagonismo, en otro escenenario pero del mismo teatro, la espalda es el paño que asume indiferente en el momento las apuñaladas que no siempre son literales, en ese caso ya si eres un desgraciado. Incluso en el sudoroso metro…
La espalda es un signo de los tiempos (¿cual?) y su mejor cara en momentos que nadie la da. Pero hay que tomarla con cariño, es un lugar demasiado significativo para estar detrás. Porque oculta, salvo con ayuda de un espejo y unas gimnásticas torceduras, nos tenemos que conformar con la de los demás. Como el amor, que no necesita de dos y también es gimnasia. Otro signo de los tiempos. Como sea, la dialéctica del amor y de las espaldas es muy extraña. Ambos, quizás, no la tengan… pero están. Esto es sobre la espalda, y lo que ves.