Peatón o no peatón. Esa es la cuestión.

INSISTO. Insisto. Lo que para algunos, acostumbrados al agua tomada del suelo, de paraguas y los menos precavidos de cara, cuando esta viene desde el cielo es una tortura, escenario de depresión y que sé yo cuantas sensaciones mas, un verdadero malestar. Personalmente hoy es un ejercicio de tolerancia, hasta el momento, fallida, perdida.

La hora y media de colación fue un verdadero parto de “quintizillos bicéfalos”, un día de furia de aquellos. Pero para otros este día es una ocasión.

Con hambre, carencia de trabajo, muchos hijos pero gran creatividad Don Humano agarró su viejo triciclo de flete en feria libre, sus viejas botas bien pensadas y su overol amarillo de sus tiempos de cartero y se instaló en la intersección mas subdesarrollada de Rancagua a cruzar a peatones afligidos como yo y que de ida, con el agua hasta los calzoncillos querían solo almorzar. Homenaje en gracias escrito (a Él ya dicho) a este humilde señor de capacidad verdadera de trabajo y gran gentileza en medio de un río sin catamaranes pero con un inmenso desfile de tropas de Hijos de la Gran Puta de su madre que se creen semidioses arriba de sus cuatro ruedas y que por el resto de la eternidad van a seguir pagando en cuotas de puro giles y arribistas que son algo que no pudieron pagar de una vez pero aun así prefieren mojar a la gente. A esos “cara dura” de terno y corbata, malditos colectiveros, descriteriados micreros y abusadores y abusadoras varios, les digo: ¡hijos de la gran puta!, recuerden que al infierno se llega en balsa no en auto, ahí no llueve y mierda que hace calor. Ustedes una vez allá, usarán abrigo en la eternidad.

De vuelta en todo caso me vine en taxi, huevón no más pero de ida.

Al único humano de hoy en su triciclo repartidor de peatones… gracias…